sábado, 28 de junio de 2008

BIME - ÉVORA 2003 (8ª Bienal Internacional de Marionetas de Évora)

Esta crónica ha sido publicada en la revista Ñaque nº 31 (diciembre 2003)

Evora, capital de la región portuguesa del Alentejo, ciudad amurallada de gran valor monumental, declarada por la Unesco "Patrimonio Mundial", ha celebrado su Octava Bienal Internacional de Marionetas del 3 al 8 de junio. Invitados por la organización, hemos tenido la fortuna de asistir al festival disfrutando de una buena programación de teatro de títeres, de la bella ciudad de Évora y de la hospitalidad amable y sosegada de nuestros anfitriones portugueses.

La Bienal de Évora ha tenido carácter internacional, lo que a priori generó fundadas expectativas de que veríamos lo mejor de cada país participante. Pero nunca se sabe. La palabra internacional, cuando a títeres se refiere, se convierte en un cajón de sastre donde cabe todo, desde auténticas compañías profesionales de títeres con calidad contrastada fuera y dentro de sus fronteras, hasta grupos (mal llamados de títeres) que nunca debieron salir de los límites geográficos de su lejano pueblo. Évora, tampoco ha podido librarse (sería la única excepción en el panorama festivalero) de este internacionalismo folclórico que tanto gusta a sus vecinos festivales españoles. Han habido dos ejemplos muy palpables: una compañía turca y otra búlgara. Los turcos de la Cía. Gengiz Ozek Puppet Theatre intentan hacer un espectáculo de marionetas de sombra, basando todo el protagonismo de la obra en el tradicional personaje de Karagoz (ojos negros en turco.) No supieron resolver la cuestión elemental en el teatro de sombras: dónde colocar la luz detrás de la pantalla. Así, fácil es imaginar que todo lo demás no se sostiene: una representación caótica, entre porrazo va, porrazo viene, del arcaico Karagoz, del que - lo confieso- tampoco esperaba algo mejor. Al leer el programa del festival, la Cía. búlgara State Puppet Theatre of Varna con su obra Fantasías Folclóricas, prometía un espectáculo interesante, creando títeres a partir de utensilios tradicionales de uso doméstico. En la representación -otro fiasco- faltó el talento mínimo necesario para superar lo anecdótico. No es suficiente, no basta, el hecho mismo de crear un muñeco a partir del uso impropio de objetos. El material creado, debe servir para trascender del mero suceso, para crear una historia, para en definitiva contarnos algo -lo que sea- en clave teatral. No fue así; los búlgaros, vestidos de lagarteranas (búlgaras), hicieron todo un alarde infantil, entrando en propia competición, para mostrarnos cuantas cosas son capaces de hacer con un cedazo, una calabaza, un taburete, cuatro telas viejas recuperadas del baúl de la abuela (es un decir) y algunos trastos viejos más.

Digámoslo de una vez: el tradicionalismo por si sólo aporta un valor añadido e interesa mucho a los festivales internacionales de títeres. También gusta a los festivales dar una pincelada de exotismo oriental en su programación. En Évora esta pincelada exótica y oriental corrió a cargo de dos grupos franceses. Sí, sí, lo he dicho bien: nuestros vecinos europeos franceses. Los galos, tan metafísicos e inconformistas ellos, han sentido la imperiosa necesidad de beber en las ancestrales fuentes de la sabiduría oriental. Han viajado a China y Laos para redimir del anonimato a sus titiriteros y saltimbanquis. Claro que los resultados finales de uno y otro grupo son bien diferentes. El grupo de Laos, Ka Bong Lao, con dirección francesa, nos ofreció una de las mejores propuestas que hemos tenido la oportunidad de ver en Évora: Ka Bong, una obra de objetos y muñecos, con escaso texto, basada fundamentalmente en la acción, el movimiento, la música, con una propuesta escenográfica sencilla y original, utilizando como vehículo de expresión y comunicación imágenes alusivas al campo y las cosechas; a la tierra, como punto de referencia tangible para el hombre, donde todo lo que acontece resulta reconocible: el nacimiento, el conflicto entre culturas diferentes...

El otro grupo francés, Théatre du Petit Miroir, que bebe en las fuentes de las marionetas chinas, nos presentó una obra de títeres histéricos y de durísimas cabezas, a juzgar por los porrazos que se propinaban a golpe de gong. A mí personalmente, que soy un imperdonable ignorante del tradicionalismo chino, el teatrillo de títeres me recordó la pomposa y abigarrada decoración del restaurante chino de mi barrio. Y no debiera ser tan tradicional el montaje, cuando el teatrillo se iluminaba con modernas lámparas incandescentes. De repente falla el invento, se apaga la luz repetidas veces y se interrumpe la representación (pardon, s´il vous plait) momento que aprovechamos para hacer mutis.

El grupo portugués anfitrión del festival, Bonecos de Santo Aleixo, nunca hubiera padecido este inconveniente. Ellos tienen un lema: si pretendes recuperar un espectáculo tradicional de títeres, se absolutamente fiel a la tradición. Dicho y hecho: iluminan su Auto da Criaçao do Mundo con velas y candelas de aceite. Nunca tendrán problema alguno con la energía eléctrica, aunque corren el riesgo de intoxicar al público con los humos o de tener que recurrir a los bomberos. Por lo demás, nada de música enlatada: guitarra portuguesa para las canciones en vivo y réplicas de muñecos de corcho del siglo XVIII (los auténticos están guardados a buen recaudo en un museo, no vaya a ser que con tanto trajín y tanto batacazo se rompan.)

Una buena y magistral lección de tradición corrió a cargo de Anton Anderle y su Cía. Traditional Puppet Theatre. Anton pertenece a la tercera generación de una familia de titiriteros eslovacos. Trabaja con muñecos de hilo de hasta 150 años de antigüedad. En Évora, tuvimos ocasión de visitar una exposición donde se mostraban algunos muñecos de su basta colección (cuenta con 800 ejemplares.) Anton es un tipo simpático, vitalista, que imprime a su espectáculo de marionetas (un pequeño circo de variopintos personajes) esa energía que le caracteriza, acompañado al acordeón por su fiel amigo Jan Paloviz.

En general, ha habido buen nivel y calidad en la Bienal de Marionetas de Évora, destacando especialmente los espectáculos que se representaron en el teatro García de Resende, sede oficial del festival. Un teatro construido en 1892, una joya arquitectónica con aforo ideal para representaciones de títeres. La Cía, alemana Kobalt Figure Theatre, puso en escena Rigoletto, con libreto y música de la opera de Giuseppe Verdi. Los personajes; tallados en madera, la escenografía sencilla, cambiante y efectista (sobre un viejo carro) y la perfecta manipulación de los muñecos; hizo creíble, estética y amena la representación aunque el texto se dijo en alemán (idioma que no entendemos) y la obra duró dos largas horas con descanso de por medio. Tras la representación, nos permitieron coger los muñecos para ver sus posibilidades de manipulación (deformaciones profesionales que tenemos) y comprobamos lo enormemente pesados que resultaban. Eran los títeres, autenticas esculturas talladas en madera que los alemanes supieron manipular con total soltura, sin atisbo de dificultad. "Tatan", el titiritero del grupo Tanxarina, con sorna gallega, hizo una solemne reflexión sin ningún ánimo de desmerecer la calidad de la obra. Sentenció Tatan: "Estos muñecos solamente los pueden manejar los alemanes... Son como nuestros santos, pero en títeres"

La Cía. portuguesa Teatro de Marionetas do Porto, en el teatro García de Resende, representó con muñecos y actores su personal Polegarzinho (Pulgarcito.) Un montaje muy visual, escenografía minimalista y excelente manipulación e interpretación actoral.

La Cía peruana Teatro Hugo e Inés, maestros de la expresión corporal y gestual, nos deleitaron con una original propuesta: Cuentos Pequeños, una historia de títeres creados y recreados con partes del cuerpo de Hugo e Inés. Apéndices (brazos, manos, piernas, pies y hasta barrigas) que de repente se convierten en personajes efímeros, que pugnan con los actores intentando cobrar vida propia e independiente. Toda una lección de maestría y de talento.

Han habido en Évora otras propuestas de títeres quizá menos originales pero de gran calidad, La Cía. brasileña, Anima Sonho, con dos obras representadas (Bonecrónicas y O Ferreiro e o diablo), supo conectar con el público infantil y adulto. Los hermanos gemelos del grupo, saben crear historias sencillas pero eficaces, con ritmo interpretativo que no aburre. Los gemelos, son buenos manipuladores y músicos y tienen un ocurrente sentido del humor.

La calles de Évora fueron también visitadas por los personajes más tradicionales del teatro de cachiporra: el portugués Don Roberto (Cía. S. A. Marionetas) y Pulcinella del italiano Salvatore Gatto, que repartieron trancazos a diestro y siniestro. También llenaron las calles de originales juegos (nadie se resiste a jugar) Guixot de 8 de España.
He dejado para el final, a las dos compañías españolas que participaron en el festival. Dejaron el pabellón hispano bien alto. Así se esperaba de ambas compañías, dada su buena trayectoria profesional y gran experiencia festivalera. La Cía. Libélula (de Julio Michel) organiza el festival de Titirimundi (Segovia.) La Cía. gallega Tanxarina, es la anfitriona del festival de Redondela.

Libélula-Teatro de Marionetas, representó la obra El Paladín de Francia. Con títeres de sombra, la obra narra la historia de un caballero cristiano que busca afanosamente a su princesa raptada por una malvado moro. Emplean una técnica de teatro de sombras muy depurada, sin resquicios, absolutamente perfecta e imaginativa. Buen ritmo y originalidad de las acciones, tiempo perfecto de duración de la obra para no agotar al publico (puesto que se trata de teatro de sombras.)

Los gallegos de Tanxarina son clowns además de titiriteros. En sus espectáculos, esta cualidad se aprecia y agradece, sobre todo cuando actúan en la calle, donde juegan a improvisar con el público con gran destreza. En la obra Titiricircus, plantan una pequeña pista de circo en mitad de la calle, por la que desfilan diminutos personajes de hilo mostrando sus habilidades. Actúan de maestros de ceremonia, rememorando tiempos gloriosos, los dos titiriteros-clowns. Tienen esa mirada sorpresiva y divertida ante todo lo que acontece a su alrededor, sacan punta al lápiz de lo imprevisto hasta tal extremo que luego les cuesta retomar el guión de la obra. Con Rapatú, el diablo seductor que se alimenta de las pasiones humanas, Tanxarina hace una apuesta arriesgada e interesante, un montaje para adultos de estreno reciente, con cuidada escenografía y muñecos. La obra, de ritmo lento a veces, llegará a ser divertida cuando sea suficientemente rodada. El propio "Tatan" en sana autocrítica, nos comento que aún no se sentían totalmente cómodos con la interpretación y que la obra necesita rodaje.

Transcurrieron como un suspiro, los cinco días de la bienal de Évora, ¡qué pena!.

EL CENDREV (Centro Dramático de Évora)

La BIME (Bienal Internacional de Marionetas de Évora) nace y existe a iniciativa del CENDREV (Centro Dramático de Évora) que tiene su sede en el coqueto y antiguo Teatro García de Resende. Pero el Cendrev es algo más que un centenario teatro; es un basto proyecto teatral motor de múltiples actividades.

Nuestro anfitrión y querido amigo José Russo, actor, titiritero y actual Director del Cendrev, nos explica el funcionamiento del Cendrev y las actividades que desarrolla. A saber:
.- Una Compañía residente de Teatro profesional que desde su fundación (hace 28 años) ha producido mas de 135 espectáculos teatrales de diversos autores (desde Brecht al portugués Gil Vicente, clásicos españoles del siglo de oro, Valle, etc.)
.- Escuela de formación teatral. Su enseñanza, que no es oficial, es de contrastada calidad y se imparte no sólo para la formación de su propia compañía. El Cendrev presume de que el 70% del alumnado que ha pasado por sus aulas (más de 150 actores y 40 técnicos) se dedica profesionalmente al teatro. La enseñanza del Cendrev se financia fundamentalmente con dinero del Fondo Social Europeo, que tan eficazmente saben conseguir y mejor gastar nuestros vecinos portugueses. Se imparten cursos de tres años con profesores nacionales y extranjeros.
.- La compañía de títeres Bonecos de Santo Aleixo, anfitriona, como ya ha quedado dicho, de la Bienal Internacional de Marionetas.
.- Una Sección de Teatro Infantil, con más de 22 espectáculos producidos.
.- Adagio, una revista teatral de edición trimestral y difusión nacional.

José Russo, nos comenta que el Cendrev se ha asociado a un proyecto liderado por el Institut del Teatre de Barcelona, que agrupa a diversos teatros y compañías residentes de toda Europa. El proyecto, trata de definir y homogeneizar, para estos teatros y compañías: dotaciones mínimas, necesidades formativas, calidad de las producciones, etc... También pretende el proyecto, fomentar intercambios de experiencias, información y formación. Gracias José Russo por tu paciente amabilidad portuguesa.

viernes, 27 de junio de 2008

Titirimundi 2003

Esta crónica ha sido publicada en la revista Ñaque nº 30 (septiembre 2003)

Del 9 al 18 de mayo, en la ciudad de Segovia, cazurros de los cinco continentes se han dado cita en el XVII Festival Internacional de Teatro de Títeres, mas conocido por “Titirimundi”. Con el sustantivo cazurro se designa oficialmente desde el año 1275 (por una Declaratio del rey Alfonso X de Castilla) a aquellas personas que exhibían animales amaestrados y títeres. El soberano, establecía una especie de jerarquía entre los diferentes oficios histriónicos y situaba a los titiriteros en la escala más baja. Uno, pobre cazurro, tiene la sensación de que los titiriteros, a pesar del paso de los siglos, no hemos logrado ascender ni un solo peldaño en la pirámide social del teatro.

Segovia y Titirimundi caminan de la mano íntimamente unidos, de tal modo que Titirimundi, con diecisiete años de vida, forma parte del valioso patrimonio cultural y artístico de Segovia al igual que el Acueducto Romano o la Catedral. La configuración urbana del casco antiguo se presta a la representación del teatro más callejero: el teatro de títeres. Plazas escalonadas se transforman en improvisados anfiteatros. Otros lugares, como teatros, iglesias, patios y jardines de viejos palacios, se convierten en espacios ideales para la representación. Algunos gestores políticos, tan obsesionados por la rentabilidad (ya sea política o económica) de sus inversiones, deberían aprender de Titirimundi. Muchas personas, atraídas por el reclamo del festival, acudimos a Segovia. La ciudad se vuelve bulliciosa, callejera, y Titirimundi se convierte por unos días en el motor de la economía turística de la ciudad.

Acudir a Titirimundi requiere de cierta planificación. Son muchas y variadas las ofertas del programa, algunas coinciden en horarios y no queda otro remedio que elegir (no debe importarnos, algunos espectáculos se repiten varios días.) Debemos superar también algunos prejuicios, en Segovia el teatro de títeres no es minoritario. El público asiste masivamente a los espectáculos abarrotando las plazas y salas. Conocer este dato es importante porque nos indica que debemos actuar con previsión y ciertas dosis de paciencia. Las entradas de los teatros se agotan días antes del inicio del festival. El acceso al resto de espacios cerrados (patios, iglesias...) es gratuito, pero sus aforos son limitados. En algunos lugares se requiere de una invitación que debemos retirar con la debida antelación, en otros tenemos que soportar largas colas, con el riesgo de que la espera sea baldía, porque el público que aguarda delante de ti resulta ser suficiente para completar el aforo. No podemos tampoco apurar el tiempo para acudir a las plazas si queremos ver el espectáculo en condiciones óptimas. Las plazas también se abarrotan y ya no cabe un alma más.

Estos inconvenientes son realmente ínfimos comparándolos con la gran oportunidad que nos brinda Titirimundi de ver teatro de títeres de todos los rincones del mundo. El festival crece año tras año y se va haciendo adulto. Estos son los datos del 2003: 26 compañías de teatro de títeres de 16 países (13 españolas), con 29 espectáculos diferentes (algunas reposiciones), más de 150 representaciones y ausencias de última hora como Salvatore Gatto de Italia. Por si esto fuera poco: 2 espectáculos de teatro ambulante o pasacalles, 2 de teatro de sombras, 3 de payasos y circenses, 1 cuentacuentos, 3 conciertos musicales, 1 instalación para juegos, 2 carruseles (puro arte) traídos de Francia. Se me olvidaba (es lógico): una representación teatral del género bululú. Un espectáculo pobre de recursos dramáticos, recurrente del chiste fácil, que consiguió dormir a un público demasiado generoso. A los cinco minutos del comienzo, ya estábamos pidiendo a gritos que la representación terminara porque no había ningún atisbo de que pudiera mejorar. Poco nos importaban los 15 euros que costaron las entradas (era uno de los pocos espectáculos programados de pago. Sorprendente, ¿no?)

Estos datos, que sólo son números, nos dan una idea aproximada de la dimensión que año tras año va adquiriendo Titirimundi, y del ingente trabajo organizador y logístico a realizar antes, durante y después del festival. Julio Michel y su equipo de colaboradores son los responsables de organizar el evento.

Titirimundi es fundamentalmente un festival de títeres. En determinados foros, son ya muchos los titiriteros (por supuesto más importantes que este cazurro) que se hacen la siguiente pregunta: ¿para qué deben servir los festivales de títeres? La respuesta parece obvia: para mostrar el teatro de títeres, para crear puntos de encuentro, lugares comunes, donde los titiriteros puedan conocerse y reconocerse, mostrar sus trabajos e intercambiar técnicas y experiencias. La respuesta - ya lo he dicho - es obvia, pero la realidad es bien distinta. La pregunta debiera hacerse de otro modo: ¿para qué sirven realmente los festivales de títeres? Ahora la respuesta es diferente: para que las mismas compañías con iguales repertorios se repitan en la programación de prácticamente todos los festivales de títeres que se organizan en España. ¿Qué ocurre, que apenas si hay compañías de títeres? Respuesta: no, hay muchísimas compañías. Entonces, ¿sólo algunas, muy pocas, producen espectáculos de calidad dignos de ser programados? Respuesta: no, hay bastantes compañías con buenos y excelentes espectáculos. Entonces, ¿cuál es el problema, por qué ocurre esto? Es bien sencillo, los festivales, son como las personas, que cuando crecen se hacen conservadores. Experimentar con ideas nuevas, indagar por otros caminos, les asusta, no quieren asumir riesgo alguno apostando por nuevas compañías. Huyen de lo novedoso y arriesgado y optan por las compañías de siempre con mucho currículum y pedigrí.

Ocurre, además, que suelen ser las propias compañías de un determinado lugar las que organizan los festivales. Tiempo y esfuerzo les ha costado, porque han tenido que convencer a voluntades políticas, conseguir financiación, etc. Un trabajo ímprobo que, reconozcámoslo, tiene mucho mérito. El resultado final es: yo te programo en mi festival y tú me incluyes en el tuyo. Multipliquemos esto por el número de festivales que se organizan y entenderemos porque se repiten año tras año las mismas compañías. Algunos festivales de títeres (afortunadamente no todos) acaban convirtiéndose en moneda de cambio en detrimento de la variedad y calidad de los espectáculos.

¿Qué debemos hacer para remediar este estado de cosas? Trabajar y seguir trabajando con ahínco, poniendo toda la pasión que requiere el oficio de cazurro. Los festivales no son la panacea. Son, eso sí, un escaparate, una posibilidad de promoción para las compañías. Pero ningún festival hace buena a propuesta teatral mediocre.

Y Titirimundi, ¿se incluye dentro del esquema que he descrito? Titirimundi es uno de los mejores festivales de títeres que se celebran en España y tiene una enorme repercusión en los medios de comunicación nacionales, pero creo que tiende al conservadurismo en el sentido que antes señalé. He percibido mucho oficio, gran experiencia, en los cazurros que han acudido a Titirimundi, pero ya sabemos que el oficio se basa en la repetición de rutinas suficientemente experimentadas. Me ha sobrado en Titirimundi demasiada cachiporra y tradicionalismo. Sí, de acuerdo; los cazurros debemos de conocer los orígenes de nuestro oficio para saber hacia dónde queremos dirigirnos, debemos saber que Karagoz, Polichinelle, Punch o Guignol son los abuelos ancestrales de nuestros queridos muñecos. Pero si el títere es teatro (que lo es), si el títere es arte (que también lo es), deberá apoyarse en las tradiciones para innovarlas, para recrearlas con una mirada diferente. Las sociedades cambian con los tiempos y las manifestaciones artísticas también.

No obstante, ha habido en Titirimundi algunas propuestas innovadoras. Yo señalaré Arrieros de la compañía salmantina Teatro la Chana, un montaje arriesgado, novedoso, de excelente factura, que supo encandilar a todo el público, grandes y pequeños. Otro gran ejemplo de comunión entre tradición y modernidad nos lo ofreció el Dúo Mayalde con su peculiar concierto basado en ritmos antiguos, de tradición oral, y obtenidos a partir de utensilios domésticos, aperos de labranza y herramientas de uso artesanal. Una propuesta a priori sólo musical y etnográfica, se transformó en pura teatralidad debido al enorme talento y sabiduría de sus interpretes, que supieron dominar el espacio, administrar con equilibrio los tiempos y buscar la complicidad y la total entrega del público.

Ha habido en Titirimundi otras propuesta dignas de mención, como los cabezudos de la compañía británica Dark Horse, que atinaron a animar las calles y dos reliquias históricas (dicho sin ningún sentido peyorativo): los Títeres Acuáticos de la compañía vietnamita Thang Long y una “Opera dei pupi” de carácter épico e interminable título, representada por la compañía italiana de títeres Figli d´Arte Cuticchio.

Volveremos el próximo año a Titirimundi.