viernes, 27 de junio de 2008

Titirimundi 2003

Esta crónica ha sido publicada en la revista Ñaque nº 30 (septiembre 2003)

Del 9 al 18 de mayo, en la ciudad de Segovia, cazurros de los cinco continentes se han dado cita en el XVII Festival Internacional de Teatro de Títeres, mas conocido por “Titirimundi”. Con el sustantivo cazurro se designa oficialmente desde el año 1275 (por una Declaratio del rey Alfonso X de Castilla) a aquellas personas que exhibían animales amaestrados y títeres. El soberano, establecía una especie de jerarquía entre los diferentes oficios histriónicos y situaba a los titiriteros en la escala más baja. Uno, pobre cazurro, tiene la sensación de que los titiriteros, a pesar del paso de los siglos, no hemos logrado ascender ni un solo peldaño en la pirámide social del teatro.

Segovia y Titirimundi caminan de la mano íntimamente unidos, de tal modo que Titirimundi, con diecisiete años de vida, forma parte del valioso patrimonio cultural y artístico de Segovia al igual que el Acueducto Romano o la Catedral. La configuración urbana del casco antiguo se presta a la representación del teatro más callejero: el teatro de títeres. Plazas escalonadas se transforman en improvisados anfiteatros. Otros lugares, como teatros, iglesias, patios y jardines de viejos palacios, se convierten en espacios ideales para la representación. Algunos gestores políticos, tan obsesionados por la rentabilidad (ya sea política o económica) de sus inversiones, deberían aprender de Titirimundi. Muchas personas, atraídas por el reclamo del festival, acudimos a Segovia. La ciudad se vuelve bulliciosa, callejera, y Titirimundi se convierte por unos días en el motor de la economía turística de la ciudad.

Acudir a Titirimundi requiere de cierta planificación. Son muchas y variadas las ofertas del programa, algunas coinciden en horarios y no queda otro remedio que elegir (no debe importarnos, algunos espectáculos se repiten varios días.) Debemos superar también algunos prejuicios, en Segovia el teatro de títeres no es minoritario. El público asiste masivamente a los espectáculos abarrotando las plazas y salas. Conocer este dato es importante porque nos indica que debemos actuar con previsión y ciertas dosis de paciencia. Las entradas de los teatros se agotan días antes del inicio del festival. El acceso al resto de espacios cerrados (patios, iglesias...) es gratuito, pero sus aforos son limitados. En algunos lugares se requiere de una invitación que debemos retirar con la debida antelación, en otros tenemos que soportar largas colas, con el riesgo de que la espera sea baldía, porque el público que aguarda delante de ti resulta ser suficiente para completar el aforo. No podemos tampoco apurar el tiempo para acudir a las plazas si queremos ver el espectáculo en condiciones óptimas. Las plazas también se abarrotan y ya no cabe un alma más.

Estos inconvenientes son realmente ínfimos comparándolos con la gran oportunidad que nos brinda Titirimundi de ver teatro de títeres de todos los rincones del mundo. El festival crece año tras año y se va haciendo adulto. Estos son los datos del 2003: 26 compañías de teatro de títeres de 16 países (13 españolas), con 29 espectáculos diferentes (algunas reposiciones), más de 150 representaciones y ausencias de última hora como Salvatore Gatto de Italia. Por si esto fuera poco: 2 espectáculos de teatro ambulante o pasacalles, 2 de teatro de sombras, 3 de payasos y circenses, 1 cuentacuentos, 3 conciertos musicales, 1 instalación para juegos, 2 carruseles (puro arte) traídos de Francia. Se me olvidaba (es lógico): una representación teatral del género bululú. Un espectáculo pobre de recursos dramáticos, recurrente del chiste fácil, que consiguió dormir a un público demasiado generoso. A los cinco minutos del comienzo, ya estábamos pidiendo a gritos que la representación terminara porque no había ningún atisbo de que pudiera mejorar. Poco nos importaban los 15 euros que costaron las entradas (era uno de los pocos espectáculos programados de pago. Sorprendente, ¿no?)

Estos datos, que sólo son números, nos dan una idea aproximada de la dimensión que año tras año va adquiriendo Titirimundi, y del ingente trabajo organizador y logístico a realizar antes, durante y después del festival. Julio Michel y su equipo de colaboradores son los responsables de organizar el evento.

Titirimundi es fundamentalmente un festival de títeres. En determinados foros, son ya muchos los titiriteros (por supuesto más importantes que este cazurro) que se hacen la siguiente pregunta: ¿para qué deben servir los festivales de títeres? La respuesta parece obvia: para mostrar el teatro de títeres, para crear puntos de encuentro, lugares comunes, donde los titiriteros puedan conocerse y reconocerse, mostrar sus trabajos e intercambiar técnicas y experiencias. La respuesta - ya lo he dicho - es obvia, pero la realidad es bien distinta. La pregunta debiera hacerse de otro modo: ¿para qué sirven realmente los festivales de títeres? Ahora la respuesta es diferente: para que las mismas compañías con iguales repertorios se repitan en la programación de prácticamente todos los festivales de títeres que se organizan en España. ¿Qué ocurre, que apenas si hay compañías de títeres? Respuesta: no, hay muchísimas compañías. Entonces, ¿sólo algunas, muy pocas, producen espectáculos de calidad dignos de ser programados? Respuesta: no, hay bastantes compañías con buenos y excelentes espectáculos. Entonces, ¿cuál es el problema, por qué ocurre esto? Es bien sencillo, los festivales, son como las personas, que cuando crecen se hacen conservadores. Experimentar con ideas nuevas, indagar por otros caminos, les asusta, no quieren asumir riesgo alguno apostando por nuevas compañías. Huyen de lo novedoso y arriesgado y optan por las compañías de siempre con mucho currículum y pedigrí.

Ocurre, además, que suelen ser las propias compañías de un determinado lugar las que organizan los festivales. Tiempo y esfuerzo les ha costado, porque han tenido que convencer a voluntades políticas, conseguir financiación, etc. Un trabajo ímprobo que, reconozcámoslo, tiene mucho mérito. El resultado final es: yo te programo en mi festival y tú me incluyes en el tuyo. Multipliquemos esto por el número de festivales que se organizan y entenderemos porque se repiten año tras año las mismas compañías. Algunos festivales de títeres (afortunadamente no todos) acaban convirtiéndose en moneda de cambio en detrimento de la variedad y calidad de los espectáculos.

¿Qué debemos hacer para remediar este estado de cosas? Trabajar y seguir trabajando con ahínco, poniendo toda la pasión que requiere el oficio de cazurro. Los festivales no son la panacea. Son, eso sí, un escaparate, una posibilidad de promoción para las compañías. Pero ningún festival hace buena a propuesta teatral mediocre.

Y Titirimundi, ¿se incluye dentro del esquema que he descrito? Titirimundi es uno de los mejores festivales de títeres que se celebran en España y tiene una enorme repercusión en los medios de comunicación nacionales, pero creo que tiende al conservadurismo en el sentido que antes señalé. He percibido mucho oficio, gran experiencia, en los cazurros que han acudido a Titirimundi, pero ya sabemos que el oficio se basa en la repetición de rutinas suficientemente experimentadas. Me ha sobrado en Titirimundi demasiada cachiporra y tradicionalismo. Sí, de acuerdo; los cazurros debemos de conocer los orígenes de nuestro oficio para saber hacia dónde queremos dirigirnos, debemos saber que Karagoz, Polichinelle, Punch o Guignol son los abuelos ancestrales de nuestros queridos muñecos. Pero si el títere es teatro (que lo es), si el títere es arte (que también lo es), deberá apoyarse en las tradiciones para innovarlas, para recrearlas con una mirada diferente. Las sociedades cambian con los tiempos y las manifestaciones artísticas también.

No obstante, ha habido en Titirimundi algunas propuestas innovadoras. Yo señalaré Arrieros de la compañía salmantina Teatro la Chana, un montaje arriesgado, novedoso, de excelente factura, que supo encandilar a todo el público, grandes y pequeños. Otro gran ejemplo de comunión entre tradición y modernidad nos lo ofreció el Dúo Mayalde con su peculiar concierto basado en ritmos antiguos, de tradición oral, y obtenidos a partir de utensilios domésticos, aperos de labranza y herramientas de uso artesanal. Una propuesta a priori sólo musical y etnográfica, se transformó en pura teatralidad debido al enorme talento y sabiduría de sus interpretes, que supieron dominar el espacio, administrar con equilibrio los tiempos y buscar la complicidad y la total entrega del público.

Ha habido en Titirimundi otras propuesta dignas de mención, como los cabezudos de la compañía británica Dark Horse, que atinaron a animar las calles y dos reliquias históricas (dicho sin ningún sentido peyorativo): los Títeres Acuáticos de la compañía vietnamita Thang Long y una “Opera dei pupi” de carácter épico e interminable título, representada por la compañía italiana de títeres Figli d´Arte Cuticchio.

Volveremos el próximo año a Titirimundi.

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