miércoles, 2 de julio de 2008

UNA FAMILIA QUIJOTESCA

Este artículo ha sido publicado en del diario Canfali del 22-julio-2005

Como natural de Alcázar, se me brinda la oportunidad, en este año que conmemoramos el IV Centenario del Quijote, de reflexionar en torno a su figura. Tantos ensayos, artículos, libros... se han escrito sobre el Quijote por personas eruditas y cualificadas que poco puedo añadir digno de ser tomado en consideración. No pretendo, por lo tanto, hacer una reflexión docta y metafísica del Quijote porque no alcanzo a tanto. Hablaré de lo que bien conozco; del orgullo de pertenecer a una familia genuinamente manchega. Pido perdón por esta falta de humildad.

Presumo de haber nacido en Alcázar y aunque llevo muchos años residiendo fuera, aquí, en Alcázar, está toda mi familia y la de mi esposa, mis amigos de siempre y para siempre, mis vivencias y recuerdos más hermosos. En Alcázar se ha forjado mi carácter. Pertenezco a una familia de labradores y ferroviarios, donde se aúnan, sin conflicto alguno, tradición y modernidad, señas de identidad que siempre han caracterizado a Alcázar.

No pretendo aburrir contándoles mi árbol genealógico. Sin querer desmerecer a la familia de mi madre - los Vela - me centraré en la familia de mi padre – los Valle – donde más reconozco la idiosincrasia de Don Quijote y Sancho Panza, pues de eso se trata.

En Ricardo del Valle, mi tío, hombre respetado y bien conocido en Alcázar, por representar el carácter genuinamente manchego, reconozco, en muchos aspectos, la figura de Sancho. En Vicente del Valle, mi padre, persona muy querida y me permito decir carismática en el mundo ferroviario, reconozco los ideales que definen la figura de Don Quijote. Ambos son hermanos, hombres muy cabales y honrados, hijos del mismo padre y madre que han mamado la misma educación. ¿Acaso es contradictorio?

Se dice, con frecuencia, que Don Quijote y Sancho Panza son personajes antitéticos. Creo que es un error; Sancho y Alonso Quijano cabalgan juntos, comparten los mismos valores: honradez, respeto, honor, lealtad... Don Quijote es idealista por ilustrado; más cosmopolita, aspira a construir un mundo mejor para todos. Sancho Panza, más pragmático por ser menos ilustrado, echa profundas raíces en su tierra y se conforma con construir un mundo mejor para sí mismo.

Vargas Llosa dice, con acierto, que la vida de cualquier persona da para escribir una novela. Se podría escribir todo un libro contando las mil anécdotas y sentencias que definen el carácter genuino de mi tío Ricardo, de oficio labrador y tratante de ganado (ya quedan muy pocos.) La edad de Ricardo no se corresponde a su edad biológica, Ricardo tiene realmente doscientos o trescientos años porque ha sabido acumular toda la sabiduría ancestral del pueblo manchego. Me cuentan las personas mayores, que ya desde bien chico, le gustaba acercarse a los corrillos de los ancianos para escuchar atentamente sus pláticas. Posee una admirable inteligencia natural, un gran sentido común que le ayuda a discernir y diferenciar, sin esfuerzo, lo banal de lo importante, lo bueno de lo dañino, lo vital de lo prescindible. Vive con sobriedad espartana, no aspirando a tener más de lo necesario y respetándose a sí mismo y a los demás. Tiene la cachaza y la sorna de un Sancho Panza, es moderadamente desconfiado, se toma su tiempo al hablar y sus pláticas concluyen, a menudo, con rotundas e inapelables sentencias. Es hombre apegado a la tierra y sus tradiciones, pero muy viajero, no obstante, por su oficio de tratante (como Sancho Panza por su oficio de Escudero) y siempre lleva a gala, el compromiso y la hombría de bien, de cumplir con la palabra dada sin necesidad de que medie ningún documento escrito. Sigue trabajando en su oficio de tratante porque entiende que: “la gente antigua, por amor al arte o por amor al prójimo y mientras tengamos salud, debemos seguir trabajando para legar nuestro oficio a las generaciones venideras.” ¿No es una reflexión admirable?

Los hermanos Vicente y Ricardo del Valle, juntos en el
colegio de Don Higinio, mas conocido por "bigote zorra"

Vicente del Valle, mi padre, un Don Quijote de la época que le ha tocado vivir, ferroviario de oficio y agricultor por herencia, es un hombre idealista e ilustrado que intenta hallar las respuestas del mundo que le rodea en la filosofía y la teología. Desde su convicción y condición de cristiano de base, ha ejercido siempre una militancia social y obrera, asumiendo un compromiso activo en tiempos difíciles, emprendiendo batallas imposibles para desfacer entuertos, siempre con la meta ideal de conseguir mayores cotas de justicia social. Es, como su hermano Ricardo, hombre austero y cachazudo. Muy disciplinado, honrado, trabajador infatigable pero paciente en la brega, porque sabe que en la vida hay mil batallas que afrontar que nunca se ganarán sin renuncia y esfuerzo. Es leal amigo de sus amigos, compasivo; siempre dispuesto al perdón, con sus enemigos. Como buen Quijote, es tozudo cuando la razón y la justicia están de su parte. Fiel aliado de los menesterosos, combativo con los ricos y poderosos, aspira a un mundo más humano y amable para todos, aunque, con la experiencia de su larga edad, concluye: “Creo en la justicia aunque no creo en los hombres”

He hablado, brevemente, de gente de mi familia que conozco, respeto y quiero, pero sin duda que cualquier alcazareño de mi generación sabrá reconocer en algún miembro de su clan familiar el carácter de algún personaje de la novela cervantina.

Los tiempos han cambiado a velocidad de vértigo. Los que hemos tenido el placer y la suerte de criarnos en las parvas de las eras, con el trasiego de las bodegas en vendimia, disfrutando del olor a paja mojada en los veranos tormentosos, entre fogones, aperos y animales de labranza; tenemos la obligación y el privilegio de legar a nuestros hijos la cultura ancestral y el orgullo de pertenecer a un pueblo; el manchego, que tan bien supo reflejar Miguel de Cervantes en su universal novela Don Quijote de La Mancha.

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