martes, 19 de mayo de 2009

ANATOMÍA DE LA CIUDAD MUERTA


Este artículo ha sido publicado en la revista AUTOPSIA nº 4 que edita el Círculo de Bellas Artes de Ciudad Real



ANATOMÍA DE LA CIUDAD MUERTA

En la Ciudad Muerta encontramos todo tipo de cadáveres pusilánimes (1): zombis que transitan sin descanso por el laberinto angosto de las catacumbas, buscando al enterrador para implorarle alguna prebenda; fantasmas que se ufanan de lo que nunca fueron; almas en pena que vagan eternamente con el lamento inútil de su desventura.

Hay muertos -más vivos que otros- hinchados de propia satisfacción, que ya no caben en sus nichos y reclaman para ellos solos toda la plenitud del cementerio (a los demás que los incineren, que así no ocupan espacio.) Vemos siniestros difuntos que no quieren ser “santa compaña”, porque berrean solitarios a la noche lúgubre como machos cabríos. Y hallamos también ilustres fiambres que, cual lázaros, de vez en cuando y con estupor de todos; ¡resucitan!

Pero en la Ciudad Muerta encontramos otros cadáveres heroicos, muertos de abandono, que deambulan dementes mascullando un triste solilóquio (2). Se acompañan de un cortejo de hipócritas plañideras que portan ramos marchitos de buena voluntad, apoyos morales y adhesiones inquebrantables.

Con tanto cadáver, en la Ciudad Muerta sólo hay trabajo para obvios forenses que certifican que el difunto ya no vive, adustos funcionarios de pompas fúnebres y siniestros enterradores. Son tan eficaces en su oficio, que si algún muerto catatónico resucita después del réquiem ya camino al cementerio, van y de paso lo entierran para no hacer el viaje en balde.

Es sumamente fácil penetrar en la Ciudad Muerta, ni murallas, ni puertas, ni ningún “Can Cervero” (3) nos aguarda para franquear la entrada, porque la mediocridad jamás ha necesitado protegerse. La Ciudad es un potente imán, un agujero negro que atrapa sin remedio a los indiferentes, los prepotentes, los insolidarios, los oportunistas, los desleales, los envidiosos, los arrogantes… pero también a los perezosos, los lastimosos, los incautos y los confiados; para convertirlos en difuntos perpetuos.

Pero en la Ciudad Muerta no todo son cadáveres macilentos, herrumbre, polvo y espesas telarañas. Hay lugares recónditos donde el agua murmura y un aroma de flores se desvanece. Parajes con atisbo de vida que reverdece, donde almas puras y espíritus libres se concilian en torno a un coro celestial de voces blancas que perturban la silente paz del cementerio. Rara vez, algún difunto pusilánime, fascinado del prodigioso arrullo, penetra en ese mítico Shangri-La (4) para emitir chirriantes cacofonías en un intento vano de armonizarse con el glorioso coro. Pero pronto desiste y abandona, evidenciando que jamás podrá dar a los demás lo que no tiene. El cadáver apenas balbucea y sólo se expresa con meridiana claridad cuando pregunta al enterrador, monocorde y hasta el infinito: ¿qué hay de lo mío?...

"Zombis" (tomado de http://www.flickr.com/photos/eltercero/2172353666 )

No es fácil salir de la Ciudad Muerta; los pusilánimes se conjuran para acallar las voces acompasadas y los armoniosos ecos, sembrando insanas semillas de discordia y desunión. Pero son completos cadáveres de muerte cerebral y no tienen inteligencia social (5): su egoísmo ya no contagia, su arrogancia repele y la pesada losa del individualismo los entierra profundo, aunque puedan presumir -no mienten- de tener el panteón más hermoso (pomposo) del campo santo. Carecen también de asertividad (6) porque confunden la justicia con la propia conveniencia, piensan -si los demás respiramos- que robamos su aire y siempre están dispuestos a apropiarse, sin rubor, de ideas y méritos que no le pertenecen. Ni tampoco conocen la empatía (7) porque solo oyen (a veces ni eso) pero no escuchan y nunca se conmueven, ni se alegran, ni se impregnan de sentimientos y éxitos ajenos.

Aunque resulte innecesario administrar La Nada, hay gobierno en la Ciudad Muerta. Sí, el mismo que desde tiempo inveterado la vació de vida, de sustancia, le trepano su alma y su cerebro y la dejó muerta. No gobiernan los mejores, porque esto sólo ocurre en Shangri-La (4), tampoco los poderosos discerniendo con justeza el aforismo: “la autoridad se reconoce, el poder se impone”. Carecen de autoridad, pero -seamos ponderados- no son tiranos, tan sólo indolentes por la inercia de hastío que La Nada siempre impone.

Especies variopintas medran en la anodina corte de la Ciudad Muerta: redichos de cultura parda aprendida en almanaques gregorianos, saltimbanquis y maestros de ceremonias del “riau riau”, seres ridículos que usan anteojos en la primera fila del teatro y también tontainas de al menos dos cotegorias (8). A las altas cumbres de la Ciudad Muerta, a las atalayas privilegiadas donde todo el reino se divisa, sólo pueden subir los reptiles (reptando, claro está, con ímprobo esfuerzo) y las águilas. Pero esta bella y “rara avis”, que se eleva, vuela y regodea majestuosa, se encuentra hoy en peligro de extinción.

Pero en la Ciudad Muerta no todo son cadáveres macilentos, herrumbre, polvo, espesas telarañas, deplorables cortesanos y cazadores asesinos de águilas. Hay lugares recónditos donde el agua murmura y un aroma de flores se desvanece. Parajes donde un atisbo de vida reverdece.

(1) Diccionario RAE. Pusilánime: Falto de ánimo y valor para tolerar las desgracias o para intentar cosas grandes.

(2) SOLILOQUIO DEL DIFUNTO HEROICO
Apoyos morales los tuve por doquier,
de esos de: “no me molestes, si puede ser”…
y: “ya sabes que te apoyo de verdad”…
Conocí muchos “Aversi” de buena voluntad:
“A ver si voy… a ver si puedo… a ver si hago”….
“¡venga… que mañana me pongo sin faltar!”
Fue todo un compromiso vago
y ganas de mentir y de enredar.
Pero mi muerte se precipitó
con la traición más vil e imperdonable
de aquel que siempre me manifestó
la más firme adhesión inquebrantable.
(Ramón del Valle Vela)

(3) En la mitología Griega, Cerbero (en griego Κέρβερος Kérberos, “demonio del pozo”), también conocido como Can Cerberos, era el perro de Hades, un monstruo de tres cabezas con una serpiente en lugar de cola. Cerbero guardaba la puerta del Hades (el inframundo griego) y aseguraba que los muertos no salieran y que los vivos no pudieran entrar.
http://es.wikipedia.org/wiki/Cerbero

(4) James Hilton ambienta su novela de 1933, “Horizontes perdidos” en Shangri-La, un lugar imaginario del Himalaya en el que había paisajes maravillosos y en donde el tiempo se detenía en un ambiente de paz y frescura. Está basada en la mística ciudad budista de Shambhala. Su novela inspiró a la sociedad de su tiempo y dio origen al mito: soñadores, aventureros y exploradores intentaron hallar ese paraíso perdido. Se dice que en Shangri-La, gobiernan los mejores, no los más fuertes.

(5) Karl Albrecht define la inteligencia social como la capacidad de llevarse bien con otros y ganarse su cooperación. Esta forma de inteligencia es una combinación de sensibilidad hacia las necesidades e intereses de otros -nuestro «radar social»– una actitud de generosidad, consideración y habilidad para interactuar con otras personas en cualquier ámbito.
Albrecht, Kart – Inteligencia Social (la nueva ciencia del éxito), Ediciones B, Grupo Z. Edición 8/8/2006, pág. 368

(6) Lange y Jakubowaki (1976), plantean que: "La aserción [asertividad] implica defender los derechos y expresar pensamientos y creencias en forma honesta, directa y apropiada, sin violentar los derechos de los demás. La base de la aserción es la comunicación mutua, dar y recibir respeto"
http://usuarios.lycos.es/doliresa/index-3.html#_ftn3

(7) Uno de los elementos clave que forma parte la inteligencia emocional, es la empatía, que el diccionario de la RAE define como " Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro". En otras palabras; la empatía viene a ser algo así como nuestra conciencia social, pues a través de ella se pueden apreciar los sentimientos y necesidades de los demás, facilitando la comunicación interpersonal, el compromiso, el afecto y la sensibilidad.

(8) Una retahíla popular dice:
“Hay tontos que tontos nacen.
Hay tontos que tontos son.
Y hay tontos que tontos hacen
a los que tontos no son”
Y añado yo: hay tontos que encima se alegran (de serlo).

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